Como hemos detallado en entradas anteriores, la droga
comúnmente conocida como “cocaína” es una sustancia fuertemente estimulante del
sistema nervioso, logrando una exaltación general de todo el cuerpo. Además de su efecto de dependencia y síntomas psiquiátricos,
puede producir debido a su efecto vasoconstrictor, cuadros de hipertensión
arterial, arritmias cardiacas, accidentes cerebrales transitorios y accidentes
cerebrales mortales. La consecuencia del efecto vasoconstrictor es
principalmente el bloqueo de las arterias del cerebro, imposibilitando el
pasaje de la sangre al cerebro.
En un trabajo reciente, investigadores
australianos evaluaron las arterias de 20 adultos que consumían cocaína con
regularidad y a 20 adultos sanos que nunca habían tomado la droga. Lo que
encontraron fue que los usuarios de cocaína tenían arterias más duras, una
presión arterial más alta y una pared muscular cardiaca más gruesa. Específicamente, los usuarios de cocaína tenían
un endurecimiento de la aorta (la arteria más grande del cuerpo) de 30 a 35 por
ciento más elevado, una presión arterial sistólica (la cifra superior en una
lectura de la presión arterial) 8 mm Hg más alta, y un grosor del ventrículo
izquierdo del corazón 18 por ciento mayor.
Es importante remarcar que los efectos combinados
de una mayor coagulación sanguínea, un mayor estrés en el corazón y una mayor
constricción de los vasos sanguíneos ponen a los usuarios de cocaína en un alto
riesgo de infarto.
Los investigadores cerraron el trabajo con una
frase a destacar. "Es la droga
perfecta para un ataque cardiaco”. Pero se podría ampliar diciendo "Es la droga perfecta para un ataque
cardiaco y/o cerebral”.
Si bien estudios anteriores han mostrado que la
cocaína puede causar hipertensión y endurecimiento arterial a corto plazo, este
es el primer estudio en mostrar que esos efectos pueden ser a largo plazo,
generando daño permanente en el cuerpo de la persona que consume.
Estos hallazgos, resaltan la necesidad de educar
a las personas sobre los efectos a corto y a largo plazo del uso de cocaína,
para ayudar a prevenir el ataque cardiaco y el cerebral.
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